# Día 180.- ¿Quién soy yo?
La iluminación ha estado siempre dentro de mi. La indagación sólo tenía una pregunta que he tardado 46 años en descubrir: ¿Quién soy yo?
No soy mi cuerpo.
No soy mi alma.
No soy mi personalidad.
No soy mi pasado ni mi futuro.
No soy mis amores ni mis odios.
No soy mis apegos ni lo que me gusta ni lo que me molesta ni mis manías que han crecido a partir de los cuarenta.
No soy mis virtudes ni mis defectos ni mis ángeles ni mis demonios.
No soy mis creencias ni mis sueños.
No soy mi mente.
No soy mi imaginación ni mis pensamientos. Tampoco soy lo que siento.
No soy nada a lo que pueda poner delante un “mi”.
Soy el Ser Supremo que se manifiesta en forma de conciencia. Soy Eterno, soy el Big Bang, el cosmos, las galaxias y sus estrellas, soy las montañas y los ríos, los océanos y los bosques, soy los animales, la tormenta, el relámpago y el viento, también soy el trueno y por último también soy tú, quien quiera que sea quien esté leyendo esto.
El Maestro Interior ha tenido como único fin empujarme en esta indagación. El Maestro Interior me llevó a hacerme esa única pregunta de forma incesante en cada meditación: ¿Quién soy yo? Después de pelarme como una cebolla durante varios días llegué a un punto del que sé que nunca podré volver. Y entonces el Maestro Interior desapareció.
Me pregunté primero ¿quién soy yo? Y llegó en ese momento, en medio del vacío, una respuesta larga, profunda y sostenida que yo no exhalé. La primera respuesta que emergió del único Yo fue: Ser.
En una segunda inhalación me volví a preguntar ¿quién soy yo? Y llegó otro susurro desde el origen del universo igual de rotundo y eterno que exhaló: Tú.
Por tercera vez me pregunté ¿quién soy yo? Y apareció en ese momento un silencio cósmico de paz que me dio la certeza de que habia dejado de ser yo para ser Él, lo que siempre he sido, lo que siempre seré. El tiempo y el espacio, el mundo que percibo son irreales, soy el alfa y omega, soy el Ser.
Así salí de la prisión, de la cárcel de la mente dual en la que me ha tenido aprisionado mi ego.
Cuando un jarro está roto, el espacio que estaba dentro se funde en el espacio de fuera.
De la misma manera, mi entendimiento se ha fundido en Dios; ha roto la cerámica que crea la dualidad.
En verdad no hay ningún jarro, ningún espacio adentro; no hay ningún cuerpo, ningún alma contenida.
Todo es el Ser, todo es Brahman. No hay ningún sujeto, ningún objeto, ninguna parte separada.
El necio cree, “yo soy el cuerpo”.
El hombre inteligente discurre, “yo soy un alma individual unida con el cuerpo”.
Pero el hombre sabio, en la grandeza de su conocimiento y discriminación espiritual, ve el Sí mismo como la única realidad, y considera, “yo soy Brahman”.
No hay ninguna escritura sagrada, ningún mundo, ninguna práctica religiosa indispensable;
No hay ningún dios, ninguna clase ni género de hombres,
ninguna etapa de la vida, ni superior ni inferior;
No hay nada más que Brahman, la Realidad suprema.
La práctica del yoga no te llevará a la pureza;
Acallar a la mente no te llevará a la pureza;
Las instrucciones del Gurú no te llevarán a la pureza;
Esa pureza es tu Esencia. Esa pureza es tu Consciencia. Eres tú.
Yo no estoy sujeto a límites, ni estoy liberado;
Yo soy Brahman, y nada más.
Yo no soy el hacedor, ni soy el disfrutador;
Yo no trasciendo nada, ni soy trascendido.
Yo no tengo ni Gurú ni iniciación;
Yo no tengo disciplina, ni obligación que desempeñar.
Yo soy el cielo sin forma; Yo soy la Pureza autoexistente.
Yo soy tú.
Comprendí lo que Santa Catalina decía a sus confesores
Mi yo es Dios, no reconozco ningún otro Yo en mi excepto mi Dios Mismo.